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La Estrella De La Manana
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SOLUTION

SOLUTION n° 1 : A VERIFIER
DIARIO DE GAUVAIN
Solución a la aventura “LA ESTRELLA DE LA MAÑANA”

Me presento, soy Gauvain, y empecé esta aventura, cargado con mi mochila, en un cruce de caminos entre las montañas de un lugar cuya ubicación y nombre no me ha sido permitido revelar. Leyendo la carta que llevaba conmigo rememoré el motivo de mi viaje: mi viejo amigo Yvain me dijo que Galahad, tras el regreso a nuestra aldea, había confirmado lo que los más sabios de País ya sospechaban: la inexistencia, la nada, avanzaba imparable destruyendo cuanto se ponía en su camino.

Entré en una cabaña cercana, y después de encender una cerilla, con ella encendí una chimenea que me iluminó una habitación que hasta ese momento no había visto. Entré en ella, y después de encender otra cerilla para iluminarme (a la habitación no le llegaba ningún tipo de luz y estaba a oscuras) vi tallados en la madera de la pared tres huecos que recordaban la forma de un tríptico. En ese momento no pude establecer la relación con el motivo de mi viaje, y decidí salir de nuevo al cruce.

Dirigí mis pasos hacia el Oeste, hasta llegar a la aldea más próxima, llegando a la plaza, donde me llamó la atención que no había nadie en las calles circundantes y estaba todo demasiado silencioso. Una fuente con una extraña figura presidía la plaza, se trataba de una gárgola de cuya boca debía brotar un caño de agua, pero la fuente estaba seca. Pude ver que en el ojo izquierdo de dicha figura había una hendidura circular en la que era posible encajar algún objeto.

Ya era tarde para ir a la Iglesia, así que decidí ir hacia el Oeste y visitar una herrería, donde después de hablar con el propietario, decidí pagar 10 monedas por una pala, y 3 monedas por un cuchillo, puesto que si algo había aprendido en todo este viaje era que no había que dejar pasar la oportunidad de adquirir herramientas útiles. Las cogí y metí algunas cosas en la mochila, entre ellas la pala y el cuchillo que había comprado.

Salí de la herrería y de nuevo en la plaza fuí hacia el Sur, a una pintoresca posada. Allí se encontraba sentado un hombre solitario con el que entablé una conversación tras la que conseguí averiguar que se llamaba Gollem, que mi presencia allí no le resultaba agradable, y que había estado por allí otra persona, llamada Artus, con similares intenciones a las mías. Gollem se fue y yo me dirigí al propietario de la Posada para interesarme por una habitación donde pasar la noche y tras pagarle las 7 monedas que me pidió, me entregó la llave de la habitación número 4, que era plateada. Cogí la llave y subí las escaleras que me llevaron a la parte superior de la posada, y en el pasillo pude comprobar (por los ruidos tras la puerta) que la habitación número 3 –contigua a la mía- estaba ocupada. Con la llave plateada abrí la puerta de mi habitación y una vez dentro la cerré con llave (podía haberla dejado abierta, pero nunca se sabe). Estaba muy agotado así que, sin más dilación, me acosté sobre la cama a dormir, y al cabo del rato, un inquietante sueño asaltó mi mente: una voz femenina que me resultaba muy familiar pero enteramente desconocida (¿?) me daba ánimos y me pedía que regresara con “ellos”, todo lo cual me resultó incomprensible.

De repente, me desperté sobresaltado por los ruidos que procedían de la habitación 3: había más gente y parecía que algo malo estaba ocurriendo. Me levanté, abrí la puerta y salí al pasillo de nuevo. Pude comprobar que la cerradura de la habitación contigua había sido violentada y, temiéndome lo peor, decidí abrir la puerta. Una vez dentro me encontré una escena dantesca; sobre la cama había una persona muerta con una gran herida sangrante en la espalda. Grité y grité para pedir auxilio pero todo estaba en un excesivo silencio, no había nadie. Me di cuenta que en la misma habitación había una madera del suelo que estaba ligeramente torcida, y decidí desplazarla, con lo que descubrí un pequeño escondite donde alguien habia guardado un cuaderno y una pistola. Examiné el cuaderno y vi que su propietario era Artus de Glastonbury, y me acordé de la conversación de la tarde anterior con Gollem. Decidí seguir hojeando el cuaderno y obtuve valiosa información: el Abad de
Glastonbury le había narrado al tal Artus la leyenda del enigma de la Luz con el que poder hacer frente al avance de la inexistencia; solamente aquel que reuniese las tres hojas de un antiguo tríptico conocería la verdad y descifraría el enigma. Decía que había encontrado una cabaña que podría corresponderse con el santuario del que hablaban las leyendas (¿sería la habitación oscura que ya había visitado?). Había tenido poco contacto con las gentes del lugar, y decía que el Párroco se había 3 mostrado muy inquisitivo con el motivo de su presencia en aquel lugar y que había una persona que lo seguía constantemente y le había amenazado, dado que conocía que él (Artus) tenía una de las tres hojas del tríptico y querían arrebatársela. Por ello había conseguido un arma. Imaginé que hablaba de la pistola que acompañaba al cuaderno y que el tal Artus debía ser el pobre finado que había sobre la cama. La última frase del cuaderno me llamó la atención: “a partir de ahora la hoja acompañará el descanso de Gonosor”.

Si quería parar la inexistencia debía encontrar esa hoja, así como las otras dos, así que cogí la pistola, salí de la habitación y bajé a la planta baja de la posada, donde las mesas y sillas estaban revueltas y no había nadie. Algo había pasado. Decidí buscar al tal Gonosor y empecé por la Iglesia (al Norte de la plaza), ahora estaba abierta por lo que pude entrar. Subí con mucho cuidado por una precaria escalera que había en el interior, junto a la puerta, y llegué al campanario, donde había una figura exactamente igual a la que había visto en la fuente de la plaza, pero esta tenía un medallón de cobre como ojo derecho, que decidí coger. Bajé de nuevo a la planta baja de la Iglesia y entré por una puerta cuya cerradura había sido también forzada y que daba acceso al cementerio.

Una vez en el cementerio decidí examinar las tumbas y vi que allí había sido enterrado un tal Gonosor. ¿Estaría allí la hoja del tríptico? Para descubrirlo saqué la pala de la mochila y cavé sobre la tumba. En poco tiempo accedí al ataud, cuyos clavos habían sido retirados (probablemente por Artus) y encontré la Hoja1 del antiguo tríptico que se correspondía con el lado izquierdo; la hoja tenía escrito un enigmático poema. Cuando me decidía a salir y volver sobre mis pasos, Gollem se interpuso en mi camino, pretendía arrebatarme la Hoja1, y por lo que me dijo, estaba claro que él había tenido que ver con el horrible fin de Artus, hablando también acerca de lo que podía ser una “comunidad” interesada en impedir el acceso al tríptico, mientras que me amenazaba directamente con un arma, por lo que decidí buscar rápido un parapeto seguro desde el cual disparé la pistola de Artus, consiguiendo acertar en Gollem, que resultó herido y huyó del lugar.

Salí del cementerio, salí también de la Iglesia, y caminando hacia Sur llegué de nuevo a la plaza de la aldea. Conseguí PONER el medallón en la figura de la fuente, en concreto en el ojo izquierdo, que hizo aparecer una escalera de caracol en lo que hasta ese momento era el suelo de la fuente. Armado de valor decidí bajar y me encontré en una estancia subterránea y húmeda en donde había una mesa que tenía un cajón en cuyo interior había munición para la pistola, así como lo que parecía ser un diario, leyendo el cual descubrí que aquello era una mazmorra donde estaba prisionera una persona a la que se referían como una “ofrenda” y que al frente de esa locura estaba alguien llamado Logrin. Había también escrito un código (456432). Una voz me llegaba desde la parte inferior del lugar, pidiendo ayuda, así que decidí bajar, no sin antes aprovechar para dejar algunos objetos que ya no usaría, como la pala y la llave plateada. La estancia inferior estaba completamente a oscuras, por lo que tuve que iluminarme con una cerilla y vi una celda cerrada con un candado de combinación. Introduje el código que había obtenido arriba y conseguí abrirla, liberando a quien se hacía llamar Lohot, con quien huí inmediatamente a casa de su hermano en una calle cercana a la plaza.

Una vez en la casa hablé con Lohot y me enteré que una comunidad llamada “la Orden” había raptado a su sobrina Ragnell para sacrificarla, y que también perseguían a su hermano y su familia. Al frente de “la Orden” se encontraba el antiguo Párroco, llamado Logrin. Me explicó que ellos creían en unos ciclos de creación y destrucción ordenados por un Demiurgo al que adoraban y que eran los encargados de que nadie pudiera alterar estos ciclos, especialmente aquellos a los que llamaban “los opositores” que trataban de hacerlo a través de una piedra de la corona de Lucifer que, al caer a la Tierra, se partió en tres partes y que juntándolas descifraban el enigma de la Luz al que el propio Demiurgo quedaba sometido. Me ofrecí a ayudar a evitar el asesinato de su sobrina (y así también seguir la pista a esta extraña Orden), para ello debía acceder a la gruta donde se reunían oculto en una túnica y haciendo uso de una llave dorada que me facilitó Lohot. Cogí los objetos y me dirigí de nuevo a la plaza.

Desde la plaza fui hacia el Este, pero en el camino nuevamente me sorprendió Gollem, amenazándome con un arma. Me puse a cubierto e intercambiamos fuego en dos ocasiones, acabando, ahora sí, con la vida de aquél. Continué mi camino hacia el Este hasta llegar a una gruta en la montaña cerrada por una puerta con un extraño letrero. Usé la llave dorada que me había dado Lohot para abrirla y accedí al interior de la gruta, donde me puse la túnica, dirigiéndome posteriormente al Norte para llegar a una estancia en la que se estaba haciendo un macabro ritual de sacrificio humano. Fui hasta el altar donde se encontraba atada Ragnell con 5 cuerdas y usé el cuchillo para cortarlas, momento en el que Logrin me descubrió, ordenando a sus acólitos que nos detuvieran, y, cuando parecía todo perdido, apareció Lohot que después de intercambiar unas palabras con Logrin, cortó la cuerda que sujetaba una gigantesca lámpara que pendía del techo la cual cayó sobre los allí reunidos desatándose un incendio. Logrin, no obstante, pudo escapar, por lo que decidí perseguirle dándole caza en una gruta habitada a la que se accedía a través de una grieta en la pared. Me ofreció colaborar con su Orden, pero cuando se percató de que yo había visto la Hoja2 del tríptico que este tenía en una vitrina, intentó atacarme con un estilete, teniendo un forcejeo con él en el que Logrin resultó herido de muerte, dejando caer al suelo un amuleto con una inscripción relativa a tender puentes sobre los abismos del desconocimiento. Cogí el amuleto. Aproveché para dejar algunos objetos que ya no me servirían como la túnica, la llave dorada, y el cuchillo, y cogí el amuleto y, tras examinar la vitrina, cogí la Hoja2 del tríptico, que se correspondía con la parte derecha, y contenía, como la anterior, un viejo poema.

Salí de aquel lugar y llegué a la entrada de la gruta, donde estaban Lohot y Ragnell, hablé con ellos y les conté lo sucedido, y tras agradecerme la ayuda se despidieron de mí deseándome suerte en mi búsqueda. No los volví a ver, pero Jamás los olvidaré.

Salí de la gruta y caminé en dirección Oeste hasta tomar otro camino hacia el Norte que me conducía hacia un castillo circundado por un foso que no se podía atravesar. Al llegar cogí en mis manos el amuleto y volví a MIRAR a mi alrededor. El amuleto comenzó a brillar e increíblemente apareció ante mí un puente a través del cual pude cruzar el foso, viendo a un viejo ermitaño que estaba delante de la puerta del castillo, se llamaba Guillem de Varoic, dijo que me conocía, que estaba esperándome desde antes de que yo naciera para que pudiera parar el avance de la inexistencia, y me entregó la Hoja3 del tríptico, tras lo que se desvaneció, quedándome yo completamente atónito. La Hoja 3 era la central y tenía, como las otras dos, escrito un poema.

Volví a cruzar el foso del castillo con la ayuda del amuleto, y me dirigí hacia el Sur hasta llegar a un camino, luego me dirigí hacia el Este hasta el cruce en el que estaba la vieja cabaña. Entré en ella y el fuego todavía ardía en la chimenea (si no recuerdo mal). Entré en la habitación oscura, encendí una cerilla para iluminarme 6 y procedí a colocar cada una de las Hojas del tríptico en los huecos de la pared, sonando un trueno cada vez que lo hacía. Al colocar la última hoja, el tríptico comenzó a desprender una luz que llegó a hacerse pétrea y cegadora hasta hacerme sentir muy desorientado.

Poco a poco abrí los ojos, y vi la luz de un tubo fluorescente fijado al techo blanco que había sobre la cama de un hospital, y oí una voz muy familiar que gritaba con júbilo: “rápido, llama al móvil de la centralita que venga alguna enfermera! Mi marido ha despertado! Pronto volveremos a casa, sé fuerte”.

FIN
 


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